martes, 3 de septiembre de 2013

Plan Haussman: Paris.

Las transformaciones de París durante el Segundo Imperio constituyen una serie de modernizaciones vividas por la capital francesa de 1852 a 1870 y llevadas a cabo por Napoleón III y elbarón Haussmann.
Los trabajos se llevaron a cabo en toda la ciudad, tanto en el corazón de París, como en los barrios periféricos: calles y bulevares, restauración de fachadas, remodelación de los espacios verdes, mobiliario urbano, creación de un alcantarillado y trabajos de conservación en monumentos públicos.
Esta reforma urbanística fue violentamente criticada por algunos de los contemporáneos de Napoleón III, aunque acondicionó el uso diario de las calles por parte de los ciudadanos. Esta obra puso el fundamento de la representación popular de la capital francesa al mundo, sobreponiéndose a los estrechos callejones del viejo París y creando anchos bulevares y grandes plazas.



1852: Un emperador modernista frente a una ciudad medieval



A mediados del siglo XIX, el centro de París tenía la misma estructura que en la Edad Media. Entre otros, algunos de los problemas que tenía la distribución urbanística de aquella época, eran, por ejemplo, almocárabes, de calles minúsculas, que trababan la circulación o edificios que se amontonaban en una insalubridad que ya denunciaban los primeros higienistas de la época.
Antes de la remodelación urbanística de la que estamos hablando se produjeron algunos trabajos de restauración en las murallas en los barrios periféricos, pero no se había podido tocar el corazón de la capital francesa. Algunos ejemplos de como era el París de antes de la remodelación se pueden encontrar en las obras Los miserables o Nuestra Señora de París.


Las primeras tentativas de modernización


Después de la Revolución francesa, en 1794, una «comisión de artistas» propone un plan de remodelación que incluía nuevas calles en la ciudad de París. Una calle debe unir en línea recta la plaza de la Nación a la gran columnata del Louvre, en la prolongación de la actual avenida Victoria: prefigura el futuro gran eje este-oeste y demuestra una preocupación de dar mejor valor a los monumentos públicos.
Napoleón I acondiciona una calle monumental a lo largo del Jardín de las Tullerías. Es la calle de Rivoli, que el Segundo Imperio prolongará hasta Châtelet y en la calle Saint-Antoine: este eje será más eficaz según el plan de la circulación, que el del plano de los artistas. Coloca también un instrumento jurídico: el ordenamiento de urbanismo por el cual los propietarios pueden renovar o reconstruir los edificios sólo retirando su fachada detrás de una línea fijada por la administración. Esta disposición será suspendida no obstante se llevará a cabo un ensanche y una regularización de las vías públicas en un plazo razonable.
A fines del año 1830, el prefecto Rambuteau comprueba las confusiones de la circulación y los problemas de higiene que hay en los viejos barrios superpoblados: hace falta «hacer circular el aire y los hombres». Traza primera la gran abertura en el centro de París, pero el poder de la administración es limitado por las normas de expropiación. La ley del 3 de mayo de 1841se esfuerza por facilitarlos. Es sobre la base de éstas experiencias que el Segundo Imperio optará por una política maciza de expropiación y de aberturas, mucho más costosa que el sistema de la servidumbre de alineación, pero de una eficacia temible.


La cooperación entre la normalización pública y la iniciativa particular

Influidos por el sansimonismo, Napoleón III e ingenieros como Miguel Chevalier o empresarios como el hermano Pereire creen en el voluntarismo económico, que puede transformar la sociedad y reabsorber la pobreza. Es en un poder fuerte e incluso autoritario, de animar a capitalistas a lanzar grandes trabajos que gozarán el conjunto de la sociedad y en particular los más pobres. El gorrón del sistema económico es el banco, que se desarrolla considerablemente. Estos principios encuentran un campo ideal de aplicación en los proyectos de renovación de París. Los trabajos de Haussmann pues serán decididos y encuadrados por el Estado, puestos en ejecución por los empresarios privados y financiados por el préstamo.

El sistema de Haussmann

Primeramente, el Estado expropia a los propietarios de los terrenos concernidos por los planos de renovación. Luego destruye los edificios y construye nuevos ejes con todos sus equipos (agua, gas, desagües). Haussmann, contrariamente a Rambuteau, recurre a préstamos masivos para encontrar el dinero necesario para estas operaciones, de 50 a 80 millones de francos al año. A partir de 1858, la Caja de los trabajos de París es la herramienta preferida para la financiación. El Estado recupera el dinero prestado revendiendo el nuevo terreno en forma de lotes separados a promotores que deben construir nuevos edificios conformándose un pliego de condiciones preciso. Este sistema permite dedicar cada año a los trabajos una suma dos veces más elevada que el presupuesto municipal. Entonces el sistema se resquebraja poco a poco. Los préstamos masivos de la Caja generan una deuda que asciende a 1,5 mil millones de francos en 1870 y contribuye a desacreditar las grandes obras. Jules Ferry denunciará el agujero financiero en 1867: «Las cuentas fantásticas de Haussmann».


El impacto de la renovación de París


La estética haussmanniana: la «calle-muro»



El «haussmannianismo» no se contenta solamente de trazar calles y de crear los equipamientos adecuados. Interviene también en el aspecto estético de los inmuebles privados.
El frente de la calle de la Manzana es conocido como diseño arquitectónico homogéneo. El inmueble no es autónomo y debe contribuir a un aspecto urbano unificado con otros edificios sobre la parcelas nuevas.
El Reglamento de urbanismo de París y las servidumbres impuestas por los poderes públicos favorecen la colocación de una tipología que lleva a su término la evolución clásica del edificio parisino hacia la fachada característica del París haussmanniano:
  • piso bajo y entresuelo con pared a profundos redans;
  • El segundo piso noble con uno o dos balcones; el tercer y cuarto piso en el mismo estilo pero con marcos menos ricos de ventana;
  • El quinto piso con balcón fluente, sin decoraciones;
  • Techos a 45 grados.
La fachada se organiza alrededor de líneas horizontales fuertes que a menudo se prosiguen de un edificio a la otra: balcóncornisa, la alineación perfecciona fachadas sin retiradas ni salientes importantes. El modelo de la calle de Rivoli se extiende al conjunto de las nuevas vías parisinas, a riesgo de una uniformización de ciertos barrios. Sobre la fachada, los progresos de las técnicas de aserradura y de transporte permiten utilizar la piedra de sillería en «gran aparato», es decir en forma de gruesos bloques y no en enchapado simple. Las calles producen un efecto monumental que dispensa los edificios de recurrir a la decoración: escultura o moldeados se multiplicarán sólo hacia el fin del siglo.


Pos-haussmannianismo

Las transformaciones haussmannianas mejoraron la calidad de vida dentro de la capital. Las grandes epidemias, notablemente la del cólera, desapareció, pero no la de la tuberculosis, la circulación fue mejorada, los nuevos inmuebles fueron mejor construidos y más funcionales que los antiguos. Pero habiendo intervenido sólo puntualmente sobre los distritos antiguos, quedaban aún zonas de insalubridad, lo que explica el resurgir de las ideas higienistas al siglo siguiente.

El Segundo Imperio marcó tanto la historia urbana de París como todas las corrientes arquitectónicas y urbanísticas posteriores serán forzadas a referirse, sea para adaptarse, ó para rechazarlo, ó todavía para intentar repetir ciertos elementos.
Podemos fechar el fin del hausmanianismo «puro» en Los reglamentos de urbanismo de París de 1882 y 1884, que rompe con la uniformidad de la clásica permitiendo los salientes y las primeras fantasías al nivel del tejado, que se desarrollará considerablemente después del reglamento de 1902. No obstante todavía se trata sólo de un «pos-haussmannianismo», que rechaza sólo la austeridad del modelo napoleónico sin devolver en causa la disposición general de las calles y de los manzanas.
Después de la Segunda Guerra Mundial, en cambio, las nuevas necesidades de viviendas y el acceso, un siglo después de Napoleón III, de un nuevo poder voluntarista con la Quinta República gaullista abren una nueva era del urbanismo parisino. Ésta rechaza casi completamente la herencia hausmaniana en provecho de las ideas de Le Corbusier, abandonando la alineación sobre calle, la limitación de la dimensión y la calle misma, abandonado al transporte automotor en provecho de espacios para peatones en base al «urbanismo de Dalle» (urbanismo de reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial).
Este nuevo modelo puesto rápidamente en tela de juicio en los años 1970, que marcan el principio del redescubrimiento de la herencia hausmaniana: la vuelta a la calle multifuncional se acompaña de una vuelta a la limitación de la dimensión y, en ciertos distritos de una tentativa de recobrar la homogeneidad arquitectónica de las manzanas del Segundo Imperio.
El gran público parisino tiene hoy una visión positiva de la herencia haussmanniana, hasta el punto de que ciertos suburbios, por ejemplo Issy-les-Moulineaux o Puteaux, han construido barrios que reivindican hasta en su nombre («distrito haussmanniano») la herencia haussmanniana. Estos barrios son en realidad unas imitaciones de la arquitectura pos-haussmanniana de principios del siglo XX con sus «miradores» y sus loggias (balcones espaciosos, sobre todo cubiertos, conteniendo un cierre sobre una de sus caras).